NOVELISTA. AUTORA AUTOPUBLICADA.


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Alex Florentine

NOCHE PICANTE


 

Tras una cena bastante interesante fuimos a un par de pubs de la ciudad donde él insinuó su faceta bailadora, pero donde no conocío aún la mía.

Cabe destacar que la música de ahora lleva los mismos ritmos y las mismas coreografías, las cuales, me resultan de interés los primeros... Diez minutos.

¡Qué le vamos a hacer! Soy un cuasi perfecto ser al que le aburre siempre lo mismo.

Pensad lo que queráis…

Pues lo escrito, tras más de un par de horas de competición de movimientos y alguna que otra muestra de interés recíproca, nos fuimos bajo la lluvia hacia donde tenía aparcado su coche.

Dentro del vehículo, bajo una cortina de agua y de a veces granizo, no supimos cómo continuar lo que habíamos comenzado estando rodeados de gente.

Eso fue durante los primeros minutos... Si es que llegó al minuto…

Nuestros labios se juntaron y nuestras lenguas comenzaron a investigar la boca contraria.

Nuestros dientes, a morder labio ajeno.

Los ojos, a brillar. Excitados.

Sus manos comenzaron a medir mi contorno y una acabó en la cara interior de mis muslos, cubiertos por unas medias.

Una de las mías fue más descarada y terminó sobre la cremallera de su pantalón, donde un bulto denotaba el interés que él tenía en mí.

No queriendo quedar atrás, su mano se deslilzó hacia mi entrepierna, pero queriendo ser más atrevido, esta entró por la pernera del mini pantalón que me había puesto esa noche. Sus dedos rozaron un terreno volcánico del que ya emanaba lava. Yo noté la vibración dentro de su pantalón.

El coche parecía tener los vidrios tintados en blanco.

Adentro, la humedad se respiraba y se tocaba.

Se liberó del apretado pantalón y mi mano palpó su calor latente con movimientos ascendentes y descendentes.

Su mano apretaba mi monte mientras en el interior sentía sus dedos jugar a encontrar los pliegues que me hicieran atragantarme al respirar.

Atragantarme no lo consiguió, pero sí que encontró la manera de hacer brotar agua cálida de mi fuente.

Una de sus manos intentó levantar mi camiseta. Yo ayudé con una de las mías dejando libres mis pechos de cualquier opresión, pero entonces, él se adueñó de la espada a la que yo le estaba sacando brillo. A la vez, sentí descorchar mi entrepierna y el deseo hecho líquido se deslizó libre hacia un asiento acerca del cual, yo mostré preocupación.

Me giré y me puse de rodillas sobre el mismo, de lado, mirado hacia él. Incliné mi torso hacia abajo y retiré con cariño su mano. Probé un helado de vainilla en pleno invierno el cual, por más que metía en mi boca, no se deshacía ni disminuía de tamaño. Cuando me cansé cogí su mano y la volví a poner sobre la entrepierna.

Sus ojos se tornaron vidriosos, como poseídos, mientras la mano cogía velocidad al deslizarse arriba y abajo. Comenzó a jadear, y al poco, de entre los dedos arroyó lo que por su color y consistencia, hubiera servido para preparar un buen café bombón para desayunar.

Decidimos quedar al día siguiente.

¡Gracias por pasarte! 

Foto:PEXELS.

INTERCAMBIO


 


 

Tu mano siento fría

cuando acaricias sutilmente por encima del pantalón

menos de lo que me gustaría

aquí, mientras nos besamos sobre el escalón.

No quiero parecer una golfa,

pero no comprendo qué hacemos aquí,

cuando te dije que estaba sola,

y que a mi piso, podíamos ir.

Te lo vuelvo a repetir al oído

y siento en mi entrepierna,

que tú perderás el partido

y ya, ceso de pensar como cerda.

Es lo que tiene la bebida,

que ya sabes que nos vuelve adictos

y más si tomamos sin comida

volviéndonos distintos.

Aquí y ahora, cambian los roles

dejaré de insinuar y pasaré a imponer

lo que gritan mis ojos encima de mis mejillas con arreboles:

lo que ya no se puede posponer.

Aquí y ahora, bajo la luz de la luna,

apóyame contra la pared

hazme tuya

porque mañana habrá otra noche y ya sabes cuál es tu papel.

 

Gracias por pasarte por aquí!

Nos vemos pronto ;* 

Foto: Pexels

POR UNA SOMBRILLA


 

La familia García estaba obsesionada con la playa.

En general, no debería de importar, porque la gente, hoy en día, vive obsesionada con casi todo.

Pero ellos querían primera línea, querían estar morenos, querían, cuando regresaran a Asturias, presumir de moreno mediterráneo.

Así que cada mañana, a las cinco, el padre salía con la sombrilla y la clavaba como si la arena fuese de piedra. Desplegaba la silla al lado y allí hacía guardia.

Una hora y media después, llegaba la mujer, con ojeras de mapache y un termo de café.

Tomaba el relevo y él iba a ducharse a casa porque el muy cerdo, no tenía tiempo a hacerlo antes.

Mientras, ella se sentaba con sus piernas abiertas mostrando sin escrúpulo forraje para unas cincuenta vacas, el cual debiera estar escondido bajo el vestido de “los chinos” de tela transparente y cubierto por unas amarillentas bragas.

Le daba igual.

Tenía que aprovechar.

Solo quedaban dos días para volver. Cuando él regresara de la ducha, iría a ponerse el bañador.

Pero pasó la hora de siempre.

Tenía ganas de mear, ¡joder! El café es diurético.

Hora y media…

Arrugó el entrecejo: el móvil había quedado en el hotel.

Las ocho.

Llegaban turistas en masa.

Si se iba, tirarían la sombrilla y la silla al agua. Seguro.

¿Qué hacer?

Decidió esperar 30 minutos.

8.35…

Continuará...

Gracias por pasarte. Sueña bonito. 

Foto:Pexels.