NOVELISTA. AUTORA AUTOPUBLICADA.


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Alex Florentine

GALLETAS DE NAVIDAD




El plan perfecto: las adorables galletas de Navidad. Esas dulces galletas de jengibre con caritas de no haber roto un plato. Con simpáticos botones, pajaritas, lacitos... Con vestiditos de puntilla, y trajes de chaqueta y pantalón.
Debían forzar una falta de suministros para evitar que la gente las hiciera de forma tradicional. Así que con el principal ingrediente, la harina, se prohibió su comercialización alegando que contenía un agente altamente tóxico y que estaban investigando, pues no sabían desde cuándo sucedía. Un ochenta por ciento de la población les creería a pies juntillas y dejarían de adquirirla e incluso, tirarían la que tuvieran en sus casas. El veinte restante no significaba mucho problema. Ahora, habría que someterlos.  
La creación de la corporación estaba asegurada habiendo comprado aquel pequeño laboratorio que años atrás facturó miles de millones gracias a un medicamento que nunca se patentó. Todo serían noticias, directas e indirectas de que las galletas eran seguras porque cumplían con los estándares de fabricación más modernos y novedosos, los cuales, evitaban cualquier problema de salud. Información cuidadosamente seleccionada que leerían, verían y escucharían sin darse cuenta usando imágenes y sonidos por debajo del umbral de la conciencia. Quedaban dos semanas para Navidad y dos semanas para atajar uno de los mayores problemas, la superpoblación.
El eslogan había sido claro:
 «¿A quién amarga un dulce?»
Y la música, con rima fácil, de esa que se te metía en la cabeza sin querer:
«Galletas de jengibre, de calidad y sabor inconfundible. Son ricas y sanas; a las noches y a las mañanas. Las comen los abuelos, los padres y los niños; las regalarás a todos a quienes tengas cariño.»
Hasta un hermoso pastor belga comía un trocito que se caía de la delicada mano de un bebé.
Las imágenes eran la extrema felicidad que todo el mundo quería sentir en su piel.
Incluso, habían sacado versiones para personas alérgicas al gluten, diabéticos y veganos.
En el envase figuraba una etiqueta ecológica por la cual habían pagado y pagarían después, un cinco por ciento de la facturación total. ¿Poco? ¡Qué va!
Recordad, crearon una corporación: un conglomerado de diferentes y variadas pequeñas empresas que si bien cada una realizaba su propia actividad, todas juntas tenían un objetivo en común.
Veinte años después de la infección: es el día treinta y tres del año tres. Situación oculta y transmisión cifrada. Fin del mensaje.
«Somos la resistencia».

Espero vuestros comentarios. Gracias por pasaros. Feliz Navidad y mejor Año Nuevo.

Foto: Thuanny Gantus en Pixabay.


ENTRE EL CUERPO Y EL ALMA...



En las ruinas de la antigua fortaleza
donde dos torreones ostentan aún su grandeza,
las brujas se reúnen, danzan y enloquecen y,
tirándose de las ropas y del cabello
pareciera que invoquen o recen
mientras miran al cielo.

Aquelarres en la noche:
cuando aúllan los coyotes,
cuando los cuerpos celestes dan por terminado el día,
cuando tiene sentido la astrología.

La noche da miedo a unos cuantos,
dicen, que es cuando el demonio se puede manifestar a causa de ciertos cantos.
Diagramas astrológicos y cartas astrales
fueron descubiertos e interpretados como sobrenaturales;
con los símbolos del zodiaco, algunas sustancias y minerales
surgieron teorías culturales, morales y sociales.

Los alquimistas fueron considerados brujos
porque cuanto más diferente seas, del diablo tienes influjo.
Fue, es y será, que cuando algo no es comprensible para la mente humana
se habló, habla y hablará, de esoterismo, magia y vida pagana.

¿Por qué tenéis miedo de lo que no se ve?
Es una pregunta que me viene a la mente
de la que sigo esperando respuestas,
alegaciones, argumentos y pretextos.
Yo mientras, seguiré con versos,
invocando, explicando y defendiendo
algo fuera de mi entendimiento.

Muchas gracias, siempre, por pasaros y comentar. O por pasaros nada más. Soy fácil de contentar...

3:33


 


3:33 de la mañana. Recibo, como las últimas noches, un mensaje SMS que me despierta a la misma hora. Sigue siendo de origen desconocido y con los símbolos extraños de los anteriores.
Algunas personas dijeron que despertarme siempre a esa hora tiene un significado espiritual. Otras, que es la hora del diablo, la hora en la que lo paranormal está en su máximo apogeo. Pero, joder, no me despierto solo, alguien me envía un mensaje con toda la puntualidad del mundo. Y no puedo permitirme desconectar el móvil a la noche.
Como apunte, os informo de que cambié de número de teléfono hace... ¡Hostia, unos tres meses!
Pero esta noche no llega uno, sino que lo hacen tres mensajes. ¡Otro maldito tres! Siento una pequeña taquicardia. Estoy nervioso ya que en horas tendré noticias sobre la evolución de mi enfermedad.  Es la madrugada del 3 de marzo de  2013. Sumo las cifras del año y me dan 6, múltiplo de 3. Me siento en la cama con la respiración agitada.
Comienzo a ver múltiplos por todos lados, mi puñetera vida está formada alrededor de ese número y toda su tabla de multiplicar.
Me dan vómitos porque la medicación tan fuerte que estoy tomando a la noche me sienta mal, pero me está ayudando con la enfermedad y acabando con ella.
Me levanto y me da un escalofrío el contacto de mis pies con el helado suelo. Estoy débil, llevo así casi un año... ¡Mierda, no! nueve meses. ¡Ayer, día 2, los hizo! Sigo dándole vueltas a la cabeza... ¡Fue en junio cuando me detectaron la enfermedad en un control rutinario! El sexto mes del calendario…
Voy a la cocina para beber un poco de agua. Extiendo la mano hacia el interruptor de la luz y me quedo helado al mirar hacia la ventana. Reflejadas en el vidrio, hay tres sombras. Yo soy la cuarta generación con esta enfermedad y no pienso acompañarlas. Aún no. Además, seríamos cuatro. Enciendo la luz y suelto una carcajada.
Ahora sé que en horas me darán la ansiada noticia.
Mientras bebo agua recuerdo otra cosa: en junio, ese sexto mes del año pasado y a las tres de la tarde, al finalizar el turno de mañanas en la clínica, me daban la noticia. Había desarrollado la enfermedad. Una dolencia que por lo visto aparecía seguida en tres generaciones. Yo soy la cuarta y no lo comprendían, pero yo sí.  Problemas familiares.

Muchas gracias -siempre-, por dedicarme unos minutos y leer mis letras.

Foto: Markus Spiske en Pexels (retoque Gimp)