Estoy solo, ¡maldita sea!
Recién me divorcié,
me comí medio mundo y me bebí el otro medio.
Pero de eso ya hace
más de 20 años.
Prefiero no decir
cuántos tengo tal día como hoy.
Creo que debí de
sentar la cabeza cuando tuve oportunidad. Porque en veinte años, fueron dos las que pude tener y que ahora echo de menos.
Dos buenas chicas
que sabían lo que querían. Demasiado.
Una de ellas fue
administradora también. Un grupo selecto de lectura y “gente
culta”. Me aburrí de tanto ver el sol, de los eventos diurnos. De tanta cháchara. Porque las imperfecciones,
por la noche, quedan más ocultas.
Yo era un bufón de
la oscuridad, de la juerga y el desenfreno. Alguien que iba de lo que
no era. Alguien al que adoraban las mujeres (y algunos hombres) por
ser un simple administrador de un grupo de Facebook, como le pasaba a
ella.
Se dio cuenta y
desapareció justo cuando decidió sacarme de su vida.
Demasiado tarde, yo
me dí cuenta de que formo parte de ese, aproximadamente, setenta por
ciento de gente de “mediana edad” que piensa que la vida es
breve, que hay que mirar el presente, no al futuro.
Piensas que la edad
no va a hacer mella en ti.
¿Piensas?
Me siento desplazado
entre los míos. Si es que tengo míos, porque me dí cuenta de que
solo había interés. Y que pronto, te llega el relevo. También me
di cuenta de la falta de valores. ¡En la sociedad en general! Qué
pena...
Los años me
hicieron ver que la vida, según la vivas, pasa factura. Y la mía era de cantidad cuantiosa.
Ya no puedo hacer lo
mismo que hace veinte años. Así que soy, lo que se dice “aburrido”.
Porque no sé vivir
la vida sin fiestas, sin alcohol y sin mujeres.
El último año solo me acompaña el alcohol.
Nadie de las supuestas amistades cuenta conmigo.
La gente se va. No
soy interesante.
Ya soy “mayor”.
Y las mujeres de mi
edad, supieron lo que querían mucho antes. Ahora, son felices.
Soy un payaso con el
maquillaje corrido…
Morí en el circo de
las redes sociales, donde las nuevas generaciones llegan con mejores
números.
Viviendo en una
furgoneta, ya no me funciona ni el teléfono. No tengo dinero para
otro, pido a las puertas de supermercados “la voluntad” y me lo
bebo a la noche, cuando no puedo dormir.
Igual que antes,
pero sin dientes, mugriento y sin familia. Porque toda renegó de un
perdedor, de alguien sin cabeza.
Se olvidaron de mí.
Llega la noche,
todos somos sombras. Voy a hacer mi recorrido habitual.
Mañana será otro
día en el que dormiré hasta la tarde.
Mejor, así no pienso.
Muchísimas gracias por leerme.
Y perdón si ofendí ;P
Foto Pexels.