NOVELISTA. AUTORA AUTOPUBLICADA.


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Alex Florentine

LAS REGLAS DEL JUEGO


 



Mi piel aún está perlada de gotitas de agua. Acabo de salir de la ducha solo cubierta por la toalla de lavabo del hotel. Tras de mí, la tarima refleja las huellas de mis pies mojados a la vez que un pequeño charco se va formando a causa del agua que resbala por mi cabello.
Tengo por costumbre relajarme dando unas caladas a un cigarrillo tras tener sexo. Normalmente, lo hago en la cama, pero hoy es diferente.
Lo conocí anoche, en la sala de juego del mismo hotel donde me registré.
Sabía que estaría allí jugando a la ruleta, un juego en el que siempre se jactó de tener suerte, pero no era suerte en sí, sino simple estrategia matemática que le salía bien. Todo se basa en doblar la cantidad apostada cuando se pierde. Normalmente sí que recuperas el capital invertido.
Poseo muchas cualidades y una de ellas es conocer y practicar yo también esa técnica. Otra, observar todo lo que me rodea. Mi cabeza es un continuo cálculo matemático con resultados, en su mayoría, satisfactorios.
Cómo no, se fijó en mí. En mi forma de jugar, mi dominio, y mi indumentaria.
Anoche tocó jugar todo al rojo. Vestido de ese color, con toques brillantes, zapatos de tacón y carne bronceada al descubierto. Una peluca de pelo natural y de color negro como la misma noche cambiaba mi apariencia considerablemente. El rojo y el negro siempre casan bien.
Nos cruzamos unas palabras, me invitó y le invité. No me gusta ser la típica, odio ser la típica. Así que según recuerdo, me quedó a deber una consumición. Nos presentamos y acabamos jugando juntos, riéndonos y disfrutando de nuestra «suerte».
Le seguí la corriente y alegué no tener hambre cuando me invitó a cenar. Le dije que me hospedaba allí y que tenía sueño. Su mirada le descubrió.
Subimos y abrí la puerta. Giré la cabeza y le sonreí. Él pasó detrás de mí y cerró. Yo me quede quieta, esperando… Un poco, porque se lanzó a mi cuello y me agarró como un lobo hambriento. Le dejé, me gustaba su cuerpo y me atraía lo suficiente.
Me empujó contra la pared de la entrada y el bolso se deslizó de mi mano para con esa y su par, asir sus nalgas. Las suyas bajaron hasta mi escote y en el borde del vestido hicieron fuerza. Retiré mis manos de su culo y me bajé la cremallera trasera del vestido. Mis senos libres fueron, en milésimas de segundos, cubiertos por sus cuidadas manos. Su boca buscaba con ansia la mía. Mis manos, con ganas similares, buscaban algo dentro de su pantalón. Me deshice de la parte inferior de su ropa mientras él me dejaba a mí sin el vestido. A su vez, parte superior e inferior de mi indumentaria.
Se quedó dubitativo, le cogí la mano y tiré de él hacia la habitación. Lo empujé y se cayó de culo sobre la cama. Como una pantera, me subí encima y quedó tumbado de espaldas. Sonrió. Sabía ya de qué pie cojeaba, como dice la expresión.
Comenzamos con un sexo salvaje en el que yo marqué el principio para acabar con un final más romántico en el que… ¿Me aburrí?
Puede… Ya pensaba en el siguiente trabajo.
Y aquí estoy. Apagando el cigarrillo y mirando la aplicación de mi banco en el móvil. Como siempre, puntuales con la transferencia.
Ahora toca deshacerse de la documentación falsa y pasar por recepción con mi color de cabello natural.
Voy al baño a secármelo.
Un baño, en el que vuelvo a abrir el agua del grifo de la ducha para que se lleve los restos rojos del sumidero. Lo único que delataría mi paso por la habitación.

Muchísimas gracias, como siempre, por pasarte por mi blog. Un besito ;*

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