POR UNA SOMBRILLA
La familia García estaba obsesionada con la playa.
En general, no debería de importar, porque la gente, hoy en día, vive obsesionada con casi todo.
Pero ellos querían primera línea, querían estar morenos, querían, cuando regresaran a Asturias, presumir de moreno mediterráneo.
Así que cada mañana, a las cinco, el padre salía con la sombrilla y la clavaba como si la arena fuese de piedra. Desplegaba la silla al lado y allí hacía guardia.
Una hora y media después, llegaba la mujer, con ojeras de mapache y un termo de café.
Tomaba el relevo y él iba a ducharse a casa porque el muy cerdo, no tenía tiempo a hacerlo antes.
Mientras, ella se sentaba con sus piernas abiertas mostrando sin escrúpulo forraje para unas cincuenta vacas, el cual debiera estar escondido bajo el vestido de “los chinos” de tela transparente y cubierto por unas amarillentas bragas.
Le daba igual.
Tenía que aprovechar.
Solo quedaban dos días para volver. Cuando él regresara de la ducha, iría a ponerse el bañador.
Pero pasó la hora de siempre.
Tenía ganas de mear, ¡joder! El café es diurético.
Hora y media…
Arrugó el entrecejo: el móvil había quedado en el hotel.
Las ocho.
Llegaban turistas en masa.
Si se iba, tirarían la sombrilla y la silla al agua. Seguro.
¿Qué hacer?
Decidió esperar 30 minutos.
8.35…
Continuará...
Gracias por pasarte. Sueña bonito.
Foto:Pexels.
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