NOVELISTA. AUTORA AUTOPUBLICADA.


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Alex Florentine

NOCHE DE SERVICIO



 

Sábado, pero esta vez, invierno. El agua golpea los cristales y el viento aúlla al pasar entre las cajas de las persianas. Vicky se casa en dos semanas y decidimos alquilar un ático de lujo a las afueras de la ciudad, en vez de ir a algún antro de por ahí. Lo que no sabe, es cómo y quién llegará en poco más de media hora. A través del ventanal, que ocupa toda la pared del salón, vemos casi el abismo bajo nuestros pies. Estamos bastante borrachas, algunas más que otras, y la música suena a todo volumen. Dicen que los edificios antiguos tienen la mejor insonorización del mundo.
***
Maldita noche de servicio. Los puñeteros recortes del post-Covid hacen mella y me encuentro patrullando, solo, la ciudad. Jarrea y hace frío. Tendría que dejar de hacer el turno nocturno, pero en él tengo más pluses y por lo tanto, cobro más. Cosa que para los planes que tengo, es muy necesaria.
La radio transmite un «código 10» acerca de una fiesta o algo similar en una de las zonas más elitistas de la ciudad. Respondo que me encargo. Arranco y llego en pocos minutos. El edificio tiene diez plantas y fachada ornamental. Con balcones engalanados de flores. La puerta es inmensa, y tienen portero. Por su media mitad acristalada veo que se acerca un hombre de unos sesenta años a abrirme.
—Hola, gracias por venir tan pronto. Los vecinos del piso inferior al ático se quejan de música alta. A veces ocurre. Lo alquilan para eventos. Las paredes son gruesas, pero si el ruido es elevado, llega a molestar —informa de la que me invita a entrar.
—Subiré a ver qué ocurre. ¿Me dice el piso, por favor?
—El último. El ático ocupa toda la planta.
Afirmo con la cabeza y me dirijo al ascensor.  Allí adentro hace mucho calor a causa de la calefacción central, y comienzo a sudar.
Nada más abrirse las puertas constato el volumen de la música. Llamo. Nada. Vuelvo a llamar.
Abre la puerta una chica de cabello moreno y ondulado, ligera de ropa, bastante sudada, como yo, y con claros síntomas de embriaguez.
—Señorita, los vecinos se quejan de la música alta. Además —aviso dándome cuenta—, no lleva usted mascarilla.
—Bah, nos hicimos la PCR ayer para poder asistir a esta fiesta sin ningún tipo de miedo —responde apoyándose en el marco de la puerta.
—Deberían de bajar la música. Si no, tendré que multarla…
Aparecen detrás de ella tres chicas más con similar condición. Con vasos en la mano y ojos vidriosos e inquisidores.
—¿Por qué no entras y nos obligas a bajar la música?
Vuelvo mis ojos a la morena. Por segunda vez, recorro su cuerpo con contorno de instrumento musical. Es un perfecto violín al que le falta un buen arco.
—Señorita, compórtese…
Pero antes de dejar de hablar, me coge de la mano y me invita a entrar. Me dejo, yo sí que no soy capaz de comportarme como debiera. Mis anhelos de juventud vuelan en mi cabeza y repercuten en mi pantalón.
—¡Vicky! Mira que tenemos aquí —dice quien agarra mi mano.
—¡Un boys! ¿Habéis contratado a un chico?
La tal Vicky se descojona.
—Pues sí que está bueno —dice otra.
Con mi mano libre apago la radio del cinturón.  La chica me lleva hacia el centro del salón y sus amigas se sientan frente a nosotros en un sofá.
—Cielo, muévete.
La morena comienza a contornearse delante de mí. Primero de frente y luego de espaldas, rozando sus pantalones cortos contra mis muslos. Toma mis manos y las apoya en su cintura obligándome a seguir los movimientos. Hasta mi nariz llega el perfume de su cuello y...  Las manos se juntan hacia adelante y uniendo las puntas de mis dedos, deslizo las palmas hacia abajo. Ella sube los brazos y rodea mi cuello.
—¡Eh! Gloria, ¿no se supone que es para mí?
Vicky está en pie y se acerca con su vaso en la mano. Se pone a mi lado y me invita a tomar.  El vodka quema mi garganta y ella no retira el vidrio de mis labios. Bebo medio como si fuera agua común.
—Se supone que deberías estar bailando conmigo —susurra en mi cuello.
Gloria se da la vuelta y me quita la chaqueta ayudada por Vicky, desde detrás. Después comienza a desabrochar mi camisa. Cuando sus uñas rojas rozan mi piel siento mareo. Vicky se pone detrás y con sus manos, desabrocha mi cinturón.
—Cuidado con la radio... —pido casi sin voz.
—Tranquilo...
El botón y la cremallera del pantalón acaban por hacer que todo acabe en mis pies con un leve tirón. Siento la mano de Vicky pellizcarme una nalga. Estoy delante de cuatro chicas solo con un slip, casi como me trajeron al mundo. Se alejan de mí.
—¿No bailas? ¿No te gusta la música? —pregunta mi violín.
—Está muy alta... —consigo responder, como un imbécil.
Vicky se acerca a una torre musical y al fin, la baja.
—Bueno, pues ya está. Ya sabes cuál es tu trabajo —reta.
Gloria se acerca de nuevo, apoya sus manos en mi pecho y me hace ir hacia atrás. Acabo sentado en un sofá. Comienza a moverse delante de mí con movimientos sensuales. Vicky se une. Sus dos amigas comienzan a besarse en el sofá detrás de ellas. ¡Qué espectáculo!
Vicky se acerca y coge mis manos obligándome a levantarme. Se colocan una a cada lado y comienzan a frotarse contra mí. Me dejo, acaban manos propias en cuerpos contrarios, probando recovecos y humedad.
Me doy la vuelta y veo en el sofá, a sus dos amigas dando rienda suelta a su gusto lésbico.
Ahora es Gloria quien coge mi mano y me lleva a otra habitación; un dormitorio. Vicky viene detrás.  Me acerca al colchón y sin demora, se quita la camiseta. Vicky, a nuestro lado, es más rápida y acaba antes en ropa interior. Aprovecha esa circunstancia para despojarme a mí de la que me queda. La mascarilla roja es mi único atuendo.
Los tres, desnudos, acabamos en la cama mezclando cuerpos y fluidos en lo que será el mejor servicio de mi vida en mucho tiempo.
En el salón suena un tono de móvil cuando llega un correo electrónico: «Cancelado evento de hoy. Lamentamos las molestias que hayamos podido ocasionarle, pero el chico sufrió un incidente de última hora».

Gracias por tu tiempo.

Y si te gustó la lectura, en este blog tienes información de mis obras. 

Foto: Pexels en Pixabay

UN PROPÓSITO EN LA VIDA


 


 

Neko Larraz dice ser el pediatra desde hace unos años en un pequeño pueblo en el que cada vez hay menos niños. Eso es lo que las gentes saben de él.
De madre japonesa y padre español, decidió cursar su carrera en la tierra de su madre y regresar a la de su padre para trabajar. De estatura baja, delgado y con varias arrugas en sus ojos a causa de su  semblante risueño, todas las mañanas espera oír las historias de miedo que le cuentan los pequeños.
Fantasmas, monstruos y brujas... Cantidad de seres determinados y sin determinar aparecen bajo las camas, tras las puertas de los armarios, y en el baño cuando se levantan en la noche y no pueden encender la luz.
Los cachorritos humanos y sus miedos... Pero para eso está él allí. Él y su familia.
Por las mañanas se dedica a escuchar a padres afligidos y niños asustados sentados al otro lado de la mesa, e intenta dar soluciones. Tiene un Don para tranquilizar a unos y a otros.
Por las tardes regresa a casa pensando que por fortuna sus hijos no son así. No tienen miedo a monstruos y mucho menos a la oscuridad. Son muy cachorros aún y no poseen la facultad de alternar su forma.
Cuando regresa, en el jardín de la casa, deja su maletín escondido debajo del inmenso gnomo de cerámica con seta incluida. Mira y olisqueaba alrededor, y después se sienta y cierra los ojos.
Lo siguiente es entrar a través de la gatera de la puerta trasera de la cocina. Allí están sus dos hijos y Musume, su pareja, esperándolo con comidas de diferente sabor, que ella se encarga de pedir por internet.
Intentan mantener como pueden la buena apariencia de la casa. Así que Musume, por las mañanas, también alterna su forma y hace las labores domésticas. De la parte de afuera se encarga Neko cuando los vecinos duermen, normalmente antes de irse a trabajar. Los gatos madrugan mucho y son sigilosos. Por suerte las casas más cercanas están a un cuarto de kilómetro.
Llevan así años; desde que su dueño, ya viudo, falleció. Nadie se enteró y comieron su carne y bebieron su sangre al no disponer de alimento. Ahí comenzó todo. Con ayuda de la oscuridad, un día enterraron los huesos junto con su mujer. Después tuvieron que inventarse la historia de Neko. Por suerte, la mujer de su dueño había sido historiadora y no fue difícil conseguir documentos falsos e inventarse una historia. El simbólico lenguaje no es fácilmente entendible para muchos humanos y los documentos fueron admitidos sin mucha demora. Algunas noches, sus peludos y elegantes cuerpos se sientan sobre su tumba y les hablan en japonés y español.  Los gatitos, que llevan el nombre de sus dueños, no pueden hablar siendo todavía cachorros, pero observan todo con atención. Algún día serán importantes en la vida de una persona y su cometido ahora es aprender.

Foto:Prawny en Pixabay


LA BELLA Y EL BESTIA


 


Bella tenía dos hermanas
y un padre arruinado;
ellas se comportaban como cortesanas
y su padre vivía resignado.
Un día se perdió en el bosque
y acabó en un castillo
en donde durmió y desayuno chocolate,
y telas quiso robar haciéndose el pillo.
Mas salió un hombre peludo,
con cuernos, garras y rabudo
y le solicitó que para resarcir,
una de sus hijas debía de cumplir.
Así lo dijo en casa más tarde
y Bella se ofreció ante las dos cobardes.
—Padre, lo mismo me da lo que tenga que hacer si con ello evito que muera usted.
Bella llevaba días allí
y aún no había visto al ser
tenía todo para sobrevivir,
pero también, quería saber quién y cuándo la iba a poseer.
Una noche, en la que estaba sentada en el piano
las puertas se abrieron
y el libro se cayó de la mano.
—Perdóneme, yo... Me senté en el piano sin pensar. Endenderé lo que usted quiera considerar.
Las llamas de las velas se apagaron
la bestia se acercó,
y sus ojos se encontraron.
Bella no se asustó en absoluto
dejaría que bestia la poseyera
bajó los ojos a su atributo
y por respuesta, recibió un «espera».
Bestia le hizo una reverencia y le entregó una rosa.
—Bella, no te tocaré hasta que quieras ser mi esposa.
La muchacha cogió la flor entre sus manos.
—Señor, yo he venido a cumplir con lo acordado.
—Bella, yo no quiero tu cuerpo, no soy tan desconsiderado.
—Señor, no se haga el considerado, pues bien mi padre me contó lo que estipularon.
Por respuesta, la bestia salió dejándola sola, sin luz y sentada sobre el piano de cola.
Pasaron los días y recibieron aviso de que el padre de Bella estaba enfermo.
—Bestia, necesito ir a verlo, llevo días que no duermo.
—Te dejaré ir con una condición, que regreses para no romper mi corazón.
—Así lo haré, ¡volveré!
Pero pasaron varios días y Bella no se acordaba de la Bestia siquiera.
Hasta que una noche soñó, que estaba en el jardín a punto de llegar a su fin.
Apresurada cogió una montura y cruzó la noche echándose reproches.
El castillo había cambiado;
zarzas lo tenían invadido,
las rosas habían muerto
y todo estaba desconocido.
Vio a bestia en el suelo
y se acercó sin consuelo.
—Bestia, perdóname. Se me escapó el tiempo, ¡lo lamento!
Los ojos del animal la miraron sin vida
Se inclinó hacia él, vencida.
—Me casaré contigo, pero por favor, no te mueras todavía.
Entonces, en sus hombros sintió unas manos
como las de los humanos;
abrió sus ojos llorosos
y vio al hombre más maravilloso.
—Una bruja me maldijo bestia hasta encontrar el amor verdadero…
Bella se subió sobre él con empero.
—Como usted me dijo, ahora que he aceptado casarme le exijo. Ámeme como el animal que fue.

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