Bella tenía dos hermanas
y un padre arruinado;
ellas se comportaban como cortesanas
y su padre vivía resignado.
Un día se perdió en el bosque
y acabó en un castillo
en donde durmió y desayuno chocolate,
y telas quiso robar haciéndose el pillo.
Mas salió un hombre peludo,
con cuernos, garras y rabudo
y le solicitó que para resarcir,
una de sus hijas debía de cumplir.
Así lo dijo en casa más tarde
y Bella se ofreció ante las dos cobardes.
—Padre, lo mismo me da lo que tenga que hacer si con ello evito que muera usted.
Bella llevaba días allí
y aún no había visto al ser
tenía todo para sobrevivir,
pero también, quería saber quién y cuándo la iba a poseer.
Una noche, en la que estaba sentada en el piano
las puertas se abrieron
y el libro se cayó de la mano.
—Perdóneme, yo... Me senté en el piano sin pensar. Endenderé lo que usted quiera considerar.
Las llamas de las velas se apagaron
la bestia se acercó,
y sus ojos se encontraron.
Bella no se asustó en absoluto
dejaría que bestia la poseyera
bajó los ojos a su atributo
y por respuesta, recibió un «espera».
Bestia le hizo una reverencia y le entregó una rosa.
—Bella, no te tocaré hasta que quieras ser mi esposa.
La muchacha cogió la flor entre sus manos.
—Señor, yo he venido a cumplir con lo acordado.
—Bella, yo no quiero tu cuerpo, no soy tan desconsiderado.
—Señor, no se haga el considerado, pues bien mi padre me contó lo que estipularon.
Por respuesta, la bestia salió dejándola sola, sin luz y sentada sobre el piano de cola.
Pasaron los días y recibieron aviso de que el padre de Bella estaba enfermo.
—Bestia, necesito ir a verlo, llevo días que no duermo.
—Te dejaré ir con una condición, que regreses para no romper mi corazón.
—Así lo haré, ¡volveré!
Pero pasaron varios días y Bella no se acordaba de la Bestia siquiera.
Hasta que una noche soñó, que estaba en el jardín a punto de llegar a su fin.
Apresurada cogió una montura y cruzó la noche echándose reproches.
El castillo había cambiado;
zarzas lo tenían invadido,
las rosas habían muerto
y todo estaba desconocido.
Vio a bestia en el suelo
y se acercó sin consuelo.
—Bestia, perdóname. Se me escapó el tiempo, ¡lo lamento!
Los ojos del animal la miraron sin vida
Se inclinó hacia él, vencida.
—Me casaré contigo, pero por favor, no te mueras todavía.
Entonces, en sus hombros sintió unas manos
como las de los humanos;
abrió sus ojos llorosos
y vio al hombre más maravilloso.
—Una bruja me maldijo bestia hasta encontrar el amor verdadero…
Bella se subió sobre él con empero.
—Como usted me dijo, ahora que he aceptado casarme le exijo. Ámeme como el animal que fue.
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Foto: SquareFrog Pixabay