Hola, muchas y muchos ya me conocéis porque mami se ha encargado de
ello. Y también sabréis, que soy protagonista de un libro «Mina,
casi humana» y co-protagonista de otro, «Llega la noche, Eyre».
Sin entrar en más
explicaciones sobre ellos, aquí y ahora, voy a contar por qué mi
personaje del segundo es... Como es…
¡Cámara y acción!
Corrían los años
60, año arriba, año abajo y, como muchos gatitos callejeros y
salvajes, vivía pasando frío en la calle. De aquella, la gente no
tenía casi para alimentarse ellos, y bien poco, podían hacerlo con
las colonias gatunas.
Un día, un señor
muy elegante, se paró ante mis hermanos y yo, que estábamos
comiendo unas raspas de sardina. Mis hermanas y hermanos salieron
disparados y yo, no sé por qué, no. Se agachó y me tocó la
cabecita. Olía bien, los gatos percibimos vuestras hormonas y al
instante, supe, que le gustaba. Subí mi rabito y froté la cabecita
contra su mano. Entonces él, con las dos, cogió mi delgado cuerpo y
me resguardó dentro de su abrigo. Me iba hablando bajo, con cariño,
y yo estaba la mar de a gusto con su calor corporal.
Caminamos por la
oscuridad un tiempo y después, llegamos a una casa tan grande, que
su tejado se perdía en el cielo. Un cielo, oscuro; oscuro como boca
de lobo.
Entramos en la casa,
estaba silenciosa, y noté al hombre nervioso. Yo, no. Simplemente
estaba a la expectativa. En un lugar frío y con humedad, me dejó
sobre una tabla de madera. Me senté, y lo observé. Apareció una
caja de cartón con agujeros y una cinta roja. Me miró, sonrió, y
me habló abriendo la caja.
Salté adentro y me
senté, mirándolo. No hacía falta nada más. Olía su ilusión. La
cerró con una tapa y mientras me hablaba con cariño, vi que a
algunos agujeros, la cinta los cubría. Comenzó a caminar y yo, por
uno de esos agujeros, fui viendo por dónde íbamos. Pasamos a otro
lugar más iluminado y subimos por una escalera. Sus pasos resonaban,
se detuvo... Delante de mí había una puerta. Sonaron unas bisagras
y... Vi a mamá…
Bueno, mamá, no; la
de mentira, Eyre... Que nos liamos. Recuerda, que estoy hablando de
mi personaje.
Sigo…
Tenía una voz
maravillosa y estaba emocionada. Los dos se hablaban con cariño.
Dejaron mi caja sobre una mesa y al poco, la cinta que había tapado
los agujeros, desapareció. La tapa se comenzó a levantar y... Vi a
una mujer de piel blanca, inmensos ojos azules, pelo rubísimo y una
hermosura que hacía daño.
Me tomó con
suavidad por debajo de mis patitas anteriores y me arrimó a su
pecho. Estaba fría, pero, al momento dejé de querer al señor, para
quererla más a ella. Mi corazoncito había elegido. Me dio millones
de trillones de besos helados. Al señor, unos menos.
🐱🐱🐱🐱🐱
Crecí feliz,
haciendo compañía a Eyre y a Marco, y siendo mimada por
absolutamente todos los habitantes de la casa. Comprendí, que eran
diferentes unos de otros. Marco, era quien era diferente...
Con el tiempo, me
comencé a encontrar mal. Muy cansada; me faltaba el aire, tenía
poca energía... Fuimos a ver al médico de los gatos y el
diagnóstico fue fatal. Para mamá, más que para nadie (ojo, mamá
Eyre, aunque esto tiene que ver con mi pura realidad).
Comencé a empeorar
y a ver a Eyre muy triste. Un día, ella y Marco hablaron a
escondidas de mí. Ese mismo día, cuando estaba dormida, sentí los
besos helados de mamá y..., sus dientes sobre mi cuello. Dolió,
vaya que sí. Me dormí de nuevo, y después desperté diferente.
Sentía unas ganas
de correr enormes, una fuerza como la de un león, un hambre como si
fuera una pantera, pero... Oh, solo me apetecía una cosa: sangre…
Dedicado a todos los
gatitos con Inmunodeficiencia Felina.