SAN JUAN -23
Había una vez un pequeño pueblo en el que se decía que vivían brujas malvadas. Los aldeanos evitaban pasar cerca de la casa de la bruja más poderosa, que se encontraba en lo alto de una colina. Un día, una joven llamada Ana, de escultural cuerpo y fuerte carácter, decidió explorar la casa de la bruja tan temida. Al entrar, tras esperar a ver desaparecer la figura encorvada de la bruja entre los árboles, encontró un libro de hechizos y comenzó a leerlo en voz alta con voz burlona. De repente, la casa comenzó a temblar y una figura oscura apareció en la puerta. ¡La bruja! La había tendido una trampa. Ana intentó huir, pero la mujer la atrapó y la llevó a su caldero ante el que la desnudó, observó sus blancas carnes y le pasó un afilado cuchillo sobre sus tersos pechos, sobre el esternón, y bajó hasta su ombligo, donde paró y girándose, comenzó a preparar una poción para convertir a Ana en una de sus aprendices: su sucesora. Ana, asustada, intentó escapar, pero la bruja la atrapó de nuevo, se abalanzó sobre ella y quedó cara a cara. Olía muy bien, a piel joven, a...
De repente, un grupo de aldeanos irrumpió en la casa (interrumpiendo también lo que empezaban a ser pensamientos lascivos) y
logró rescatar a Ana. Desde ese día, la muchacha se convirtió en la protectora
del pueblo y juró nunca más volver a acercarse a la casa de la bruja. Esta, desapareció un día sabiendo que tenía digna sucesora. Se internó en el lago, las aguas comenzaron a hervir y al poco su esqueleto se desplomó en el fondo.
Feliz noche, brujas.
Gracias por pasaros.
Foto:Pexels
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