No hay nada mejor que ser autónomo y trabajar solo.
Cuando me echaron
del último empleo vi las cosas muy negras, pero todo es cuestión de
adaptación. Me trasladé de ciudad y alquilé un piso bastante bien
situado e ideal, grande, como para separar una zona de otra, en una
calle secundaria y peatonal. Me dí de alta en el R.E.T.A. y comencé
a poner anuncios.
Enseguida conseguí
captar clientes: factibles, pero no viables.
La temporada en la
que decidí abrir la consulta acompañaba. Corría el mes de mayo y
había gran demanda por aquellos tipos de tratamientos y operaciones.
Ya sabemos que cuando aparece el sol, las mentes van al unísono y
todos quieren arreglar el desperfecto en sus cuerpos, de todo el
invierno.
Lo malo fue que al
ofrecer mis servicios a un precio más bajo que la competencia, los
especímenes eran variopintos. La mayoría no servían. Acaso, para
practicar.
Desde que perdí el
trabajo hasta que decidí establecerme por mí mismo pasaron unos
cuantos años. Al menos en el calendario.
Durante ellos, me
dediqué a viajar y a conocer culturas muy diferentes. Aprendí algo
en todos los lugares que visité. Sobre todo, de los más recónditos
del mundo. Aquellos, en los que la mayoría de los mortales, no
pondría un pie. Regrese con la idea en mente y ahora me encuentro
llevándola a cabo.
Me aparté de mi
familia y amigos. Poco a poco fui haciéndome casi un antisocial.
Todo el tiempo del que disponía lo usaba para aprender más y más.
Perfeccionarme fue mi propósito. Aunque yo fui y soy una eminencia
en mi campo, ello no evitó que me tendieran una trampa y cayera en
ella. Con todo lo bueno que soy en mi trabajo, doy fe de que hay
personas que también desarrollan a la perfección los suyos. Fue
todo muy creíble.
Hasta que me vi
inmerso en un expediente, el resultado de un complot contra mí
perpetrado por varias personas a las que creía mis amigas.
No tengo familia,
pero con aquella trampa representada en mujer creí que formaría
una. Creí que me lo daba todo. Creí que su comportamiento era
sincero. Nunca imaginé que yo era un trabajo.
Todo lo que me contó
fue falso. Me engañó a mí y engañó a mucha más gente.
Documentos falsificados: oficiales y no oficiales, nos hicieron creer
que aquella persona existía.
Poco después de mi
cese, desapareció. O más bien encontró otro trabajo.
¿Lo malo?
Sigo enamorado de
ella.
No consigo
encontrarla.
Y como no lo
consigo, tuve que hacer esto.
CONTINUARÁ...
Gracias por vuestra visita ;).
Foto: Cottonbro en Pexels