NOCHE PICANTE
Tras una cena bastante interesante fuimos a un par de pubs de la ciudad donde él insinuó su faceta bailadora.
Cabe destacar, que la música de ahora lleva los mismos ritmos y las mismas coreografías, las cuales, me resultan de interés los primeros diez minutos.
¡Qué le vamos a hacer! Soy un cuasi perfecto ser al que le aburre siempre lo mismo.
Pensad lo que queráis…
Pues lo escrito, tras más de un par de horas de competición de movimientos y alguna que otra muestra de interés recíproca, nos fuimos bajo la lluvia hacia donde tenía aparcado su coche.
Dentro del vehículo, bajo una cortina de agua y de a veces de granizo, no supimos cómo continuar lo que habíamos comenzado estando rodeados de gente.
Eso fue durante los primeros minutos... Si es que llegó al minuto…
Nuestros labios se juntaron y nuestras lenguas comenzaron a investigar la boca contraria.
Nuestros dientes, a morder labio ajeno.
Los ojos, a brillar. Excitados.
Sus manos comenzaron a medir mi contorno y una acabó en la cara interior de mis muslos, cubiertos por unas medias.
Una de las mías fue más descarada y terminó sobre la cremallera de su pantalón, donde un bulto denotaba el interés que él tenía en mí.
No queriendo quedar atrás tras notar mi mano acariciando su miembro, la suya se deslizó hacia mi entrepierna, pero queriendo ser más atrevido, esta entró por la pernera del mini pantalón que me había puesto esa noche. Sus dedos rozaron un terreno volcánico del que ya emanaba lava. Yo percibí en mi mano la vibración dentro de su pantalón.
El coche parecía tener los vidrios tintados en blanco.
Adentro, la humedad se respiraba y se tocaba.
Se liberó del apretado pantalón y mi mano palpó su calor latente con movimientos ascendentes y descendentes.
Sus dedos apretaban mi monte y en el interior, a veces jugaban a encontrar los pliegues que me hicieron atragantarme al respirar.
Encontró la manera de hacer brotar agua cálida de mi fuente.
Una de sus manos intentó levantar mi camiseta. Yo ayudé con una de las mías dejando libres mis pechos de cualquier opresión, pero entonces, él se adueñó de la espada a la que yo le estaba sacando brillo. A la vez, sentí descorchar mi entrepierna y el deseo hecho líquido se deslizó libre hacia un asiento acerca del cual, yo mostré preocupación.
Me giré y me puse de rodillas sobre el mismo, de lado, mirado hacia él. Incliné mi torso hacia abajo y retiré con cariño su mano. Probé un helado de vainilla en pleno invierno, el cual, por más que metía en mi boca, no se deshacía ni disminuía de tamaño. Cuando me cansé cogí su mano y la volví a poner sobre la entrepierna.
Sus ojos se tornaron vidriosos, como poseídos, mientras aquella mano cogía velocidad al deslizarse arriba y abajo. Comenzó a jadear, y al poco, por entre sus dedos, arroyó lo que por su color y consistencia, hubiera servido para preparar un buen café bombón para desayunar.
Decidimos quedar al día siguiente, es decir, a las pocas horas.
Nos despedimos sin desayunar...
¡Gracias por pasarte!
Foto:PEXELS.