NOVELISTA. AUTORA AUTOPUBLICADA.


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Alex Florentine

LA GATITA DE EYRE


 


Hola, muchas y muchos ya me conocéis porque mami se ha encargado de ello. Y también sabréis, que soy protagonista de un libro «Mina, casi humana» y co-protagonista de otro, «Llega la noche, Eyre».

Sin entrar en más explicaciones sobre ellos, aquí y ahora, voy a contar por qué mi personaje del segundo es... Como es…

¡Cámara y acción!

Corrían los años 60, año arriba, año abajo y, como muchos gatitos callejeros y salvajes, vivía pasando frío en la calle. De aquella, la gente no tenía casi para alimentarse ellos, y bien poco, podían hacerlo con las colonias gatunas.

Un día, un señor muy elegante, se paró ante mis hermanos y yo, que estábamos comiendo unas raspas de sardina. Mis hermanas y hermanos salieron disparados y yo, no sé por qué, no. Se agachó y me tocó la cabecita. Olía bien, los gatos percibimos vuestras hormonas y al instante, supe, que le gustaba. Subí mi rabito y froté la cabecita contra su mano. Entonces él, con las dos, cogió mi delgado cuerpo y me resguardó dentro de su abrigo. Me iba hablando bajo, con cariño, y yo estaba la mar de a gusto con su calor corporal.

Caminamos por la oscuridad un tiempo y después, llegamos a una casa tan grande, que su tejado se perdía en el cielo. Un cielo, oscuro; oscuro como boca de lobo.

Entramos en la casa, estaba silenciosa, y noté al hombre nervioso. Yo, no. Simplemente estaba a la expectativa. En un lugar frío y con humedad, me dejó sobre una tabla de madera. Me senté, y lo observé. Apareció una caja de cartón con agujeros y una cinta roja. Me miró, sonrió, y me habló abriendo la caja.

Salté adentro y me senté, mirándolo. No hacía falta nada más. Olía su ilusión. La cerró con una tapa y mientras me hablaba con cariño, vi que a algunos agujeros, la cinta los cubría. Comenzó a caminar y yo, por uno de esos agujeros, fui viendo por dónde íbamos. Pasamos a otro lugar más iluminado y subimos por una escalera. Sus pasos resonaban, se detuvo... Delante de mí había una puerta. Sonaron unas bisagras y... Vi a mamá…

Bueno, mamá, no; la de mentira, Eyre... Que nos liamos. Recuerda, que estoy hablando de mi personaje.

Sigo…

Tenía una voz maravillosa y estaba emocionada. Los dos se hablaban con cariño. Dejaron mi caja sobre una mesa y al poco, la cinta que había tapado los agujeros, desapareció. La tapa se comenzó a levantar y... Vi a una mujer de piel blanca, inmensos ojos azules, pelo rubísimo y una hermosura que hacía daño.

Me tomó con suavidad por debajo de mis patitas anteriores y me arrimó a su pecho. Estaba fría, pero, al momento dejé de querer al señor, para quererla más a ella. Mi corazoncito había elegido. Me dio millones de trillones de besos helados. Al señor, unos menos.

🐱🐱🐱🐱🐱

Crecí feliz, haciendo compañía a Eyre y a Marco, y siendo mimada por absolutamente todos los habitantes de la casa. Comprendí, que eran diferentes unos de otros. Marco, era quien era diferente...

Con el tiempo, me comencé a encontrar mal. Muy cansada; me faltaba el aire, tenía poca energía... Fuimos a ver al médico de los gatos y el diagnóstico fue fatal. Para mamá, más que para nadie (ojo, mamá Eyre, aunque esto tiene que ver con mi pura realidad).

Comencé a empeorar y a ver a Eyre muy triste. Un día, ella y Marco hablaron a escondidas de mí. Ese mismo día, cuando estaba dormida, sentí los besos helados de mamá y..., sus dientes sobre mi cuello. Dolió, vaya que sí. Me dormí de nuevo, y después desperté diferente.

Sentía unas ganas de correr enormes, una fuerza como la de un león, un hambre como si fuera una pantera, pero... Oh, solo me apetecía una cosa: sangre…

Dedicado a todos los gatitos con Inmunodeficiencia Felina.

EL ENTE





Hoy, no me dormiré. Te esperaré despierta, con la única ropa que quieres, que lleve puesta; mi piel.
He encendido la calefacción, porque al contrario que tú, yo sí que siento el frío.
Los vidrios de las ventanas se empañan, y afuera, cae agua nieve. Boca abajo, tendida sobre la cama, espero sentirte en breve…
Recuerdo el sábado de la semana anterior. No contaba contigo; ese día, no había tenido tiempo para coger la ouija y decirte el camino.
No debí de cerrar bien la sesión de la tarde y decidiste venir sin invitación. Sabías, que no me molestaría.
Esa noche, bajo el edredón dormía, cuando sentí que se deslizaba, y arrugado, a los pies de la cama se quedaba.
Sentí tu peso, pero no te veía. También me pareció percibir tu aliento a menta entre mis labios. ¿Sabes que guardo, desde hace mucho, un paquete de tus caramelos?
Con los brazos tendidos a lo largo de mi cuerpo, me dejé hacer. Si no te veía, ¿dónde me podría coger?
No sentí frío, tú sobre mí; ardías. Poco después, mi interior, también lo hacía. Me entregué como siempre en vida, llorando a la vez, porque tú, ya no la tenías.
Maldito accidente. Lo estoy recordando en una duermevela, y oigo la puerta. Casi me había dormido, y un aire frío, eriza mi piel poniéndome alerta.
Se abre de par en par y supongo que entras, el frío se hace notar, la sensación de calor en la habitación, desaparece. Me giro, y no te veo; no te huelo, ni te puedo tocar ni saborear. Tampoco te oigo, pero te comienzo a sentir. Imagino sobre mi cuello, que de verdad puedes respirar. Odio no poder acariciarte, sentirme como una muñeca de trapo. Se me quita el frío, el calor fluye dentro mío, y mis sentidos se ponen tan alerta, que pienso que estás vivo.
Creo verte como una sombra, percibo tu hedor; en vez de tu aliento a menta, saboreo tu sangre y hasta escucho tu voz. Alzo mi mano, quiero tocarte el rostro, pero traspasa la neblina. Ahí, vuelvo a llorar y mis sentidos retornan a la normalidad. Ya no te huelo, ni te veo, ni te escucho, ni te oigo... Ni te siento.
Al menos, podías haber cerrado la puerta al salir. En la habitación, hace frío. 
 
Foto: Victoria_Borodinova en Pixabay


DAME GASOLINA...




 

Échame gasolina y sé mi conductor;
pura adrenalina; poquita vitamina;
una pizquita de proteína,
para mi motor.
Méteme primera y acelera.
Sáltate segunda, y ponme la tercera.
Cuarta, quinta y sexta; ahí ya,
ronroneo, mi respuesta.
Agárrate donde puedas, tengo el motor revolucionado,
el agua hirviendo, el destino, determinado.
Acaso quede sin ruedas, no me importará mi estado.
Te dejaré sin respiración, cuando vengan las curvas.
Ahí podré comprobar, si eres tan valiente
como aseguras.
No quiero titubeos, solo déjate llevar en mi aventura.
Solo te pido,
que cuando ya no quieras correr,
seas considerado y me lleves de paseo,
seas siempre, mi chófer.
Así que, pon la marcha atrás,
y guárdame cerquita;
así usarme podrás,
de forma infinita.

Foto: @Ettrujillo en Pixabay