NOVELISTA. AUTORA AUTOPUBLICADA.


Licencia de Creative Commons
Alex Florentine

ENTRE EL CUERPO Y EL ALMA...



En las ruinas de la antigua fortaleza
donde dos torreones ostentan aún su grandeza,
las brujas se reúnen, danzan y enloquecen y,
tirándose de las ropas y del cabello
pareciera que invoquen o recen
mientras miran al cielo.

Aquelarres en la noche:
cuando aúllan los coyotes,
cuando los cuerpos celestes dan por terminado el día,
cuando tiene sentido la astrología.

La noche da miedo a unos cuantos,
dicen, que es cuando el demonio se puede manifestar a causa de ciertos cantos.
Diagramas astrológicos y cartas astrales
fueron descubiertos e interpretados como sobrenaturales;
con los símbolos del zodiaco, algunas sustancias y minerales
surgieron teorías culturales, morales y sociales.

Los alquimistas fueron considerados brujos
porque cuanto más diferente seas, del diablo tienes influjo.
Fue, es y será, que cuando algo no es comprensible para la mente humana
se habló, habla y hablará, de esoterismo, magia y vida pagana.

¿Por qué tenéis miedo de lo que no se ve?
Es una pregunta que me viene a la mente
de la que sigo esperando respuestas,
alegaciones, argumentos y pretextos.
Yo mientras, seguiré con versos,
invocando, explicando y defendiendo
algo fuera de mi entendimiento.

Muchas gracias, siempre, por pasaros y comentar. O por pasaros nada más. Soy fácil de contentar...

3:33


 


3:33 de la mañana. Recibo, como las últimas noches, un mensaje SMS que me despierta a la misma hora. Sigue siendo de origen desconocido y con los símbolos extraños de los anteriores.
Algunas personas dijeron que despertarme siempre a esa hora tiene un significado espiritual. Otras, que es la hora del diablo, la hora en la que lo paranormal está en su máximo apogeo. Pero, joder, no me despierto solo, alguien me envía un mensaje con toda la puntualidad del mundo. Y no puedo permitirme desconectar el móvil a la noche.
Como apunte, os informo de que cambié de número de teléfono hace... ¡Hostia, unos tres meses!
Pero esta noche no llega uno, sino que lo hacen tres mensajes. ¡Otro maldito tres! Siento una pequeña taquicardia. Estoy nervioso ya que en horas tendré noticias sobre la evolución de mi enfermedad.  Es la madrugada del 3 de marzo de  2013. Sumo las cifras del año y me dan 6, múltiplo de 3. Me siento en la cama con la respiración agitada.
Comienzo a ver múltiplos por todos lados, mi puñetera vida está formada alrededor de ese número y toda su tabla de multiplicar.
Me dan vómitos porque la medicación tan fuerte que estoy tomando a la noche me sienta mal, pero me está ayudando con la enfermedad y acabando con ella.
Me levanto y me da un escalofrío el contacto de mis pies con el helado suelo. Estoy débil, llevo así casi un año... ¡Mierda, no! nueve meses. ¡Ayer, día 2, los hizo! Sigo dándole vueltas a la cabeza... ¡Fue en junio cuando me detectaron la enfermedad en un control rutinario! El sexto mes del calendario…
Voy a la cocina para beber un poco de agua. Extiendo la mano hacia el interruptor de la luz y me quedo helado al mirar hacia la ventana. Reflejadas en el vidrio, hay tres sombras. Yo soy la cuarta generación con esta enfermedad y no pienso acompañarlas. Aún no. Además, seríamos cuatro. Enciendo la luz y suelto una carcajada.
Ahora sé que en horas me darán la ansiada noticia.
Mientras bebo agua recuerdo otra cosa: en junio, ese sexto mes del año pasado y a las tres de la tarde, al finalizar el turno de mañanas en la clínica, me daban la noticia. Había desarrollado la enfermedad. Una dolencia que por lo visto aparecía seguida en tres generaciones. Yo soy la cuarta y no lo comprendían, pero yo sí.  Problemas familiares.

Muchas gracias -siempre-, por dedicarme unos minutos y leer mis letras.

Foto: Markus Spiske en Pexels (retoque Gimp)

EXCESO DE SEGURIDAD


 


Bárbara hizo honor a su nombre cuando un día abrió los ojos.
Esos ojos muchas veces hinchados y violáceos, y casi siempre, tapados por unas gafas de sol con grandes y oscuros cristales.
El ruin tenía contactos y amistades en todos lados, así que sería bastante difícil que no se enterara de sus planes, pero iba a intentarlo.
Al lado de donde vivían, a poco más de media hora en metro, había encontrado un local en el que impartían ese tipo de defensa personal, técnicas de autoprotección. Debía de prepararse para vencer a cualquier atacante, sin importar su apariencia.  Sin armas, solo con anticipación.
Tres días a la semana simulaba ir a un cursillo de pintura. Esa era una de sus pasiones y también su distracción. No necesitaba ampliar materia. Era, y siempre sería, autodidacta. Pensaba que se perdía la esencia; el arte tenía que nacerse con él.  
Su objetivo solo la quería para ciertas cosas. No lo supo ver. Y no sería porque no la avisaron. Pero estos tipos, ya sabemos cómo son.
Y justo, como ya sabía cómo era, pudo calcular el cuándo.
El cabrón, borracho como una cuba, se presentó como solía hacer, dando tumbos e insultando. Se hizo la dormida. En su cabeza, Bárbara recordaba todas las clases, todos los consejos de su monitora. Tenía todos los músculos de su cuerpo en tensión... Él creyó que ella dormía antes de quedar paralizado. En el más amplio significado de la palabra y a lo largo en el tiempo. Por fin, ambos descansaron.

Mi aporte al 25N. Ánimo y fuerza a todas.
 
Foto:  Anete Lusina en Pexels