NOVELISTA. AUTORA AUTOPUBLICADA.


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Alex Florentine

SAN JUAN -23


 

 

Había una vez un pequeño pueblo en el que se decía que vivían brujas malvadas. Los aldeanos evitaban pasar cerca de la casa de la bruja más poderosa, que se encontraba en lo alto de una colina. Un día, una joven llamada Ana, de escultural cuerpo y fuerte carácter, decidió explorar la casa de la bruja tan temida. Al entrar, tras esperar a ver desaparecer la figura encorvada de la bruja entre los árboles, encontró un libro de hechizos y comenzó a leerlo en voz alta con voz burlona. De repente, la casa comenzó a temblar y una figura oscura apareció en la puerta. ¡La bruja! La había tendido una trampa. Ana intentó huir, pero la mujer la atrapó y la llevó a su caldero ante el que la desnudó, observó sus blancas carnes y le pasó un afilado cuchillo sobre sus tersos pechos, sobre el esternón, y bajó hasta su ombligo, donde paró y girándose, comenzó a preparar una poción para convertir a Ana en una de sus aprendices: su sucesora. Ana, asustada, intentó escapar, pero la bruja la atrapó de nuevo, se abalanzó sobre ella y quedó cara a cara. Olía muy bien, a piel joven, a...

De repente, un grupo de aldeanos irrumpió en la casa (interrumpiendo también lo que empezaban a ser pensamientos lascivos) y logró rescatar a Ana. Desde ese día, la muchacha se convirtió en la protectora del pueblo y juró nunca más volver a acercarse a la casa de la bruja. Esta, desapareció un día sabiendo que tenía digna sucesora. Se internó en el lago, las aguas comenzaron a hervir y al poco su esqueleto se desplomó en el fondo.

Feliz noche, brujas. 

Gracias por pasaros.

Foto:Pexels

EL CAFÉ


 

Se quitó la chaqueta y miró sus manos apoyadas en la silla, siguió hacia el reloj plateado de su muñeca y llegó a los gemelos. Se sentó.

Una sonrisa sin dientes se adueñó de su cara.

Carraspeó e intentó prestar atención a los congregados en la reunión.

Pero no podía.

Olvidarla era imposible. Ni un segundo. Ni en sueños.

Soñaba con ella, con tocarla, con que le humillase como hacía a menudo, con que le hiciera ese daño contenido con el que llegaba al orgasmo sin él haberla rozado.

Meses llevaban así. Y no podía más. Su trabajo se estaba resintiendo.

¿Cómo iba a poder mirar hacia ella, que con un bolígrafo señalaba la pantalla del proyector, y escuchar lo que como dueña de la empresa les estaba pidiendo?

¿Cómo no recordar lo que se había puesto bajo la ajustada falda de ejecutiva aquella mañana y se había quitado al escuchar el reto de él bajo el comienzo: “a que no te atreves”?

Siempre le había excitado que su chica no llevase ropa interior en algunas ocasiones. El problema venía cuando se sentaba y cruzaba las piernas.

Como en aclamada película, no sucedía, pero él se quemaba por adentro pensando en que no llevaba nada de tela entre sus piernas entrándole entonces, unas ganas tremendas de volver a repetir lo que la noche anterior había causado que hoy tuviera un sueño terrible.

Cogió la taza de café que tenía delante de la carpeta, ella se sentó frente a todos cruzando sus piernas, y el líquido le quemó la garganta al beber mecánicamente, por tener la cabeza en otra parte. Tosió, todos miraron hacia él menos ella, que se levantó y salió pidiendo disculpas de la sala de reuniones.

Entró al baño sacando la dolorida lengua fuera de su boca. Hoy tendría que planear otras formas de darle placer.

Le llega un mensaje de WhatsApp, con las mejillas llenas de agua fría ve que es de ella:

¿Cambiamos de planes esta noche? ¿Vamos al cine?

Se inclina a echar el agua en el lavabo y suena otra notificación:

Perdona, qué poco delicada, ¿te duele mucho? ¿Quieres que mande preparar un café con hielo? Te sugiero que regreses a la reunión.

Gracias por pasaros, espero que el final os haya hecho "cierta" gracia. 

Foto: propia.


LA VECINA


 

Salgo de noche,

no tengo que rendir cuentas

ni escuchar reproches.

Llegaré a casa a la hora que me dé la gana

porque es cosa mía si es demasiado tarde

o bien temprana.

Puedo llegar borracha, sola,

o con un tal Javier o una Susana.

También con los dos porque ella sea mi hermana,

y con la consecuencia de cambiar las sábanas antes del fin de semana.

Me da igual que me mires,

que señales, que critiques,

porque sé que envidias lo que sucede tras estos tabiques:

Algo que a ti te falta

por eso la rabia te asalta

al imaginar allí apoyada mi espalda

mientras Javier y Susana, me mantienen alzada.

Ya olvidaste lo que es sentir en tu cuerpo

el placer hasta la madrugada;

el tener que morder la almohada

cuando del orgasmo sientas la llegada,

y los dedos de ella, el sable de él, o ambos...

En tus entrañas

haciendo que agua salada aflore entre tus pestañas

y que el grito se quede tras las ventanas.

 

Muchísimas gracias por regresar (y disfrutar) conmigo. Nos vemos pronto ;)

Fotografía: Banco de imágenes Pixabay.