NOVELISTA. AUTORA AUTOPUBLICADA.


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Alex Florentine

EL CAFÉ


 

Se quitó la chaqueta y miró sus manos apoyadas en la silla, siguió hacia el reloj plateado de su muñeca y llegó a los gemelos. Se sentó.

Una sonrisa sin dientes se adueñó de su cara.

Carraspeó e intentó prestar atención a los congregados en la reunión.

Pero no podía.

Olvidarla era imposible. Ni un segundo. Ni en sueños.

Soñaba con ella, con tocarla, con que le humillase como hacía a menudo, con que le hiciera ese daño contenido con el que llegaba al orgasmo sin él haberla rozado.

Meses llevaban así. Y no podía más. Su trabajo se estaba resintiendo.

¿Cómo iba a poder mirar hacia ella, que con un bolígrafo señalaba la pantalla del proyector, y escuchar lo que como dueña de la empresa les estaba pidiendo?

¿Cómo no recordar lo que se había puesto bajo la ajustada falda de ejecutiva aquella mañana y se había quitado al escuchar el reto de él bajo el comienzo: “a que no te atreves”?

Siempre le había excitado que su chica no llevase ropa interior en algunas ocasiones. El problema venía cuando se sentaba y cruzaba las piernas.

Como en aclamada película, no sucedía, pero él se quemaba por adentro pensando en que no llevaba nada de tela entre sus piernas entrándole entonces, unas ganas tremendas de volver a repetir lo que la noche anterior había causado que hoy tuviera un sueño terrible.

Cogió la taza de café que tenía delante de la carpeta, ella se sentó frente a todos cruzando sus piernas, y el líquido le quemó la garganta al beber mecánicamente, por tener la cabeza en otra parte. Tosió, todos miraron hacia él menos ella, que se levantó y salió pidiendo disculpas de la sala de reuniones.

Entró al baño sacando la dolorida lengua fuera de su boca. Hoy tendría que planear otras formas de darle placer.

Le llega un mensaje de WhatsApp, con las mejillas llenas de agua fría ve que es de ella:

¿Cambiamos de planes esta noche? ¿Vamos al cine?

Se inclina a echar el agua en el lavabo y suena otra notificación:

Perdona, qué poco delicada, ¿te duele mucho? ¿Quieres que mande preparar un café con hielo? Te sugiero que regreses a la reunión.

Gracias por pasaros, espero que el final os haya hecho "cierta" gracia. 

Foto: propia.


LA VECINA


 

Salgo de noche,

no tengo que rendir cuentas

ni escuchar reproches.

Llegaré a casa a la hora que me dé la gana

porque es cosa mía si es demasiado tarde

o bien temprana.

Puedo llegar borracha, sola,

o con un tal Javier o una Susana.

También con los dos porque ella sea mi hermana,

y con la consecuencia de cambiar las sábanas antes del fin de semana.

Me da igual que me mires,

que señales, que critiques,

porque sé que envidias lo que sucede tras estos tabiques:

Algo que a ti te falta

por eso la rabia te asalta

al imaginar allí apoyada mi espalda

mientras Javier y Susana, me mantienen alzada.

Ya olvidaste lo que es sentir en tu cuerpo

el placer hasta la madrugada;

el tener que morder la almohada

cuando del orgasmo sientas la llegada,

y los dedos de ella, el sable de él, o ambos...

En tus entrañas

haciendo que agua salada aflore entre tus pestañas

y que el grito se quede tras las ventanas.

 

Muchísimas gracias por regresar (y disfrutar) conmigo. Nos vemos pronto ;)

Fotografía: Banco de imágenes Pixabay.

ROJA NAVIDAD...


 

Y Papá Noel trajo el hacha al leñador…

A un Papá Noel que duerme, exhausto, todavía con la ropa, las barbas y el gorro, boca abajo sobre un colchón de motel.

Maldito encargo.

Las fiestas navideñas son para pasarlas en familia, y no debo de pensar en que acabo de fastidiarlas a una. Necesitaba el dinero porque la mía, de este modo, sí tendría cómo y con qué festejarlas.

El trabajo está mal. ¡Cómo para exigir o tener remilgo alguno!

Con lo que me había costado encontrar el ideal para observar algo más acerca de ellos y su vida, y trazar el plan perfecto.

La maldita y consentida mocosa, día tras día, se subía a mis rodillas y con voz chillona pedía un juguete diferente. Malcriada de las narices.

Mientras tanto, su madre tomaba fotos con un móvil de carcasa dorada y piedrecitas de colores formando los pétalos de una cursi flor que pareciera dibujada por un niño de la edad de su hija.

Esta, todavía tenía el descaro de confesar que menos mal que los Reyes Magos venían después, ya que año tras año, Papa Noel —o sea, yo. Incluso me recriminó— no le dejaba bajo el árbol todo lo que había pedido.

Basándome en la realidad alegué que eran recortes de personal. Pocos elfos querían trabajar de noche sin percibir un salario más alto.

¿¡Qué diablos hacía yo hablando de economía con una cría de seis años!?

Pero es un trabajo.

Y ese trabajo salió bien.

Rojo sobre rojo, pasa desapercibido.

El pelo blanco es sintético.

Llevo guantes en las manos, como es tradición…

Una notificación del móvil me saca de mi duermevela. Me doy cuenta de que los guantes están cuarteados y menos blancos de lo que debieran y me cuesta agarrar el maldito cacharro.

Me acaban de hacer un ingreso.

Es bueno desperezarse tranquilamente cuando despiertas. Me giro, la barba está a juego con los guantes y ofrece cierta tirantez a mi piel.

Hoy es veinticuatro de diciembre, la gente está agobiada y corriendo de un lado para otro. Pasaré por el hipermercado antes de ir a casa. Esta noche es Nochebuena y mañana, Navidad.

Hoy llegará Papá Noel a muchos hogares.

Pero al de la mocosa, no.

Tampoco lo harán los Reyes Magos, pero para ese día quizás no pida cosas materiales…

Si es que se veía venir… De tales palos, tal astilla.

Pero gracias a esos palos, tengo trabajo y Papa Noel vendrá a mi casa hoy.

Muchísimas gracias por pasaros... Id preparando la Navidad ;). 

Foto de Pexels.